Yo no sabía que la muerte simbólica era tan compleja. La decisión de aniquilar a alguien de tu vida es en primer lugar, la asimilación de todos los factores que conllevan a tomar tan drástica determinación, y al mismo tiempo la aceptación de ese quiebre como algo definitivo. Es, en segundo lugar, el intento por borrar (al menos momentáneamente) todas las imágenes de tiempos mejores, esas que vuelven como flashbacks, y que sin duda contribuyen a destruir un poco tu anhelo de muerte.
Por último, es la devastación de una parte de ti. De alguna manera con su muerte, tú también te mueres, te vuelves un suicida consciente, asesinas emociones y recuerdos, fotografías que nunca más volverán a repetirse. Tras eso, te vuelcas en un mundo interior donde el cuestionamiento constante se convierte en la cruz que debes cargar, te preguntas si hiciste lo correcto, si acaso no fue demasiado cruel de tu parte.
Luego rebobinas la película: esto no se trata de crueldad, no mataste sin razones. Es en ese preciso instante, donde la rabia y la impotencia emergen con más fuerza que antes, y te ensañas. Ya nada importa... no te da asco la sangre.
Por último, es la devastación de una parte de ti. De alguna manera con su muerte, tú también te mueres, te vuelves un suicida consciente, asesinas emociones y recuerdos, fotografías que nunca más volverán a repetirse. Tras eso, te vuelcas en un mundo interior donde el cuestionamiento constante se convierte en la cruz que debes cargar, te preguntas si hiciste lo correcto, si acaso no fue demasiado cruel de tu parte.
Luego rebobinas la película: esto no se trata de crueldad, no mataste sin razones. Es en ese preciso instante, donde la rabia y la impotencia emergen con más fuerza que antes, y te ensañas. Ya nada importa... no te da asco la sangre.