domingo, 16 de noviembre de 2008

El hombre perfecto


Mi hombre perfecto tiene manos nocturnas, una frente lisa y llana y una boca de aguanieve.
Sus ojos son dos ocasos con un dejo impresionista y otro surrealista; su pecho es una gran rosa entre el sol y el aire.
Me toma de la mano y me lleva por parajes acuarelados, me habla de versos y a veces del cielo, a veces me mira y me susurra despacio "eres mi meditabunda de la mirada triste", y yo le sonrío.
Suele pasear por la vida entre sus fotografías y sus letras. Yo me hundo en sus universos metafóricos, en esos daguerrotipos con los cuales me captura el alma. Él dice que a través de ellos conserva mi esencia, yo le aseguro que esa maquinita revela lo que hay bajo mi carne, él responde que mis huesos son como las amapolas. Una risita nerviosa asoma al sentirse al descubierto.

Antes de la despedida acaricio sus labios, tierna melodía en flor; compleja sinfonía cuando los beso y su vida se hace mía. Me sostiene entre sus brazos, las manos a la altura de la cintura. Siempre dice que las mariposas se arrullan en ella.
"Y tus manos son mariposas enternas, imperecederas bajo el peso de la noche, únicas y mías, estrellas incandescentes sobre mis formas, mi pequeño pecesito claroscuro" le susurro antes de desaparecer de su mirada totalizadora.
Sin embargo, retiene una de mis manos y me mira con ojos dulces, y yo con voz rebasada de amor le digo "hasta mañana".

lunes, 10 de noviembre de 2008

El amor no es relieve - Vicente Aleixandre


Un río de sangre, un mar de sangre es este beso estrellado sobre tus labios. Tus dos pechos son muy pequeños para resumir una historia. Encántame. Cuéntame el relato de ese lunar sin paisaje. Talado por el bosque por el que yo me padecería, llanura clara.

Tu compañía es un abecedario. Me acabaré sin oírte. Las nubes no salen de tu cabeza, pero hay peces que no respiran. No lloran tus pelos caídos porque yo los recojo sobre tu nuca. Te estremeces de tristeza porque las alegrías van en volandas. Un niño sobre mi brazo cabalga secretamente. En tu cintura no hay nada más que mi tacto quieto. Se te saldrá el corazón por la boca mientras la tormenta se hace morada. Este paisaje está muerto. Una piedra caídaindica que la desnudez se va haciendo. Reclínate clandestinamente. En tu frente hay dibujos ya muy gastados. Las pulseras de oro ciñen el agua y tus brazos son limpios, limpios de referencia. No me ciñas el cuello, que creeré que se va a hacer de noche. Los truenos están bajo tierra. El plomo no puede verse. Hay una asfixia que me sale de la boca. Tus dientes blancos están en el centro de la tierra. Pájaros amarillos bordean tus pestañas. No llores. Si yo te amo. Tu pecho no es de albahaca; pero esa flor, caliente. Me ahogo. El mundo se está derrumbando cuesta abajo. Cuando yo me muera.

Crecerán los magnolios. Mujer, tus axilas son frías. Las rosas serán tan grandes que ahogarán todos los ruidos. Bajo los brazos se puede escuchar el latido del corazón de gamuza. ¡Qué beso! Sobre la espalda una catarata de aguahelada te recordará tu destino. Hijo mío. -La voz casi muda-. Pero tu voz muy suave, pero la tos muy ronca escupirá las flores oscuras. Las luces se hincarán en la tierra, arraigándose a mediodía. Te amo, te amo, no te amo. Tierra y fuego en tus labios saben a muerte perdida. Una lluvia de pétalos me aplasta la columna vertebral. Me arrastraré como una serpiente. Un pozo de lengua seca cavado en el vacío alza su furia y golpea mi frente. Me descrismo y derribo, abro los ojos contra el cielo mojado. El mundo llueve sus cañas huecas. Yo te he amado, yo. ¿Dónde estás, que mi soledad no es morada? Seccióname con perfección y mis mitades vivíparas se arrastrarán por la tierra cárdena.

miércoles, 5 de noviembre de 2008


Mátame cada vez que evoques mi imagen.
Yo te mato a cada segundo desde que te fuiste.