martes, 4 de agosto de 2009

XVIII


Eran tiempos convulsos
Eran tiempos medúseos

Yo me perdía entre tus labios,
me perdía en el bamboleo eterno de tu lengua caliente,
equiparable sólo al vuelo de un pájaro en la noche.

Ah, esas olas celestes que van y vienen,
ese escalofrío que recorre los nervios,
la curvatura de mi espalda saturada de amapolas.
Ah, tus ojos encendidos,
dos hogueras en medio del vacío alumbrando mi carne.

Es la sangre, es la sangre!
La sangre que se agolpa en mis sienes y en tu sexo.
No había nada.
No eran mas que caricias raquíticas las que se repartían en nuestros cuerpos crucificados.