viernes, 25 de diciembre de 2009

Muerte simbólica

Yo no sabía que la muerte simbólica era tan compleja. La decisión de aniquilar a alguien de tu vida es en primer lugar, la asimilación de todos los factores que conllevan a tomar tan drástica determinación, y al mismo tiempo la aceptación de ese quiebre como algo definitivo. Es, en segundo lugar, el intento por borrar (al menos momentáneamente) todas las imágenes de tiempos mejores, esas que vuelven como flashbacks, y que sin duda contribuyen a destruir un poco tu anhelo de muerte.
Por último, es la devastación de una parte de ti. De alguna manera con su muerte, tú también te mueres, te vuelves un suicida consciente, asesinas emociones y recuerdos, fotografías que nunca más volverán a repetirse. Tras eso, te vuelcas en un mundo interior donde el cuestionamiento constante se convierte en la cruz que debes cargar, te preguntas si hiciste lo correcto, si acaso no fue demasiado cruel de tu parte.
Luego rebobinas la película: esto no se trata de crueldad, no mataste sin razones. Es en ese preciso instante, donde la rabia y la impotencia emergen con más fuerza que antes, y te ensañas. Ya nada importa... no te da asco la sangre.

martes, 15 de diciembre de 2009

Antídoto




-Lo que pasa es que vos no entendés- y acto seguido me miraste desde tu rincón favorito y te reíste. Te causó gracia que, pese a mi evidente estado de ebriedad, hubiese intentado explicarte el mundo.
Los vapores del vodka y de los cigarros mal apagados nos envolvían en una atmósfera cargada de nostalgia, en donde nuestras personalidades totalmente opuestas podían desplegarse de manera fantástica. A esas alturas de la noche ya no importaba tu afinidad por lo números y la mía por las letras, ni si eras totalmente apolítico y yo llevaba la palabra revolución grabada en el pecho. Ya ni siquiera importaba si me seguirías amando al día siguiente. Estabas seguro de que yo si lo haría. Seguramente fue por eso que reaccionaste tan mal cuando te dije que ya no te quería, y que era sólo la costumbre la que me mantenía con vos. Me gritaste hasta caer rendido por las copas demás, hasta que la voz se te hizo añicos – Me cansás, me cansás – me decías – Me cansás porque no sabés lo que querés, porque en una horas más volverás llorando y te arrepentirás de lo que acabás de decir.
Él tenía razón. Culparía al vodka, a los cigarrillos, a la nostalgia, al paso inconmensurable de los años…Confundiste al poeta uruguayo con el argentino, y esa era razón suficiente para odiarte. Pero ahora vení y olvidáte de todo que vos tampoco me querés, que también estás conmigo por costumbre, que me odiás por ser un cero a la izquierda con los números. Vos y yo estamos destinados a adormecernos en tu lecho entre alcohol y llanto, y a fingir amor, porque al igual que yo, no tenés nada a que aferrarte, ni sueños, ni esperanzas ni nadie en casa que te espere cuando llegás. Por eso decíme que me amás y me olvido, te olvidás de esta noche, como si no hubiese sido nunca, como si no te hubiese dicho "ya no te quiero".