viernes, 18 de julio de 2008

Tres mariposas


He pensado en llamarlo Tristán, como aquel caballero medieval que me robó el corazón hace algunos meses. Como ése, el eterno enamorado de la reina Isolda, el valiente, el generoso, el más hermoso entre todos los caballeros, pero temo que las circunstancias del nacimiento del Tristán verdadero pesen en el suyo, y que tenga que llamarlo así por abrir sus ojos al mundo un día de melancolía extrema.
También he pensado en llamarlo Dante, como el poeta florentino, el que con magistral ingenio plasmó toda una doctrina religiosa en la "Divina Comedia", sin embargo, me aterra el hecho de que el recién nacido cargue con el tormento de Dante, esto es, que nunca pueda alcanzar a su Beatriz y se pasee como un desdichado por este valle de lágrimas.
Toda esta reflexión me llevó a un último nombre y creo que es el más adecuado: se llamará Vicente, como Huidobro el vanguardista, ese que me lleva al cielo con cada verso. Creo que si llevara ese nombre, probablemente él nacería a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo. Nacería en el equinoccio y tendría un mirar de túnel y de automóvil sentimental.
Cuando creciera, él seguramente diría que yo, su madre, hablo como la aurora y que su padre tiene unas manos más admirables que la noche.



Ya son tres mariposas.