domingo, 13 de julio de 2008

Olvidar


Y tú me tomabas de la mano y corríamos por caminos que se abrían como arterias, ¡Qué tiempo aquellos! cuando yo me ponía florcitas sobre la cabeza a modo de corona y usaba ese vestidito con puntitos negros y tú me mirabas largamente y me decías que parecía una princesa. ¡Qué me importan ahora las florcitas y los vestiditos y las miradas! princesa devastada, nauseabunda, lúnatica y grotesca, porque ya nada queda de esos ojos esperanzadores que brillaban como soles, no queda nada de los caminos ni del vestido, porque los olvidé al mismo tiempo que enterré tu voz y tu nombre.