miércoles, 20 de julio de 2011

Lo que me queda.

Llorar a lágrima viva. Llorar a chorros. Llorar la digestión. Llorar el sueño. Llorar ante las puertas y los puertos. Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas, las compuertas del llanto. Empaparnos el alma, la camiseta. Inundar las veredas y los paseos, y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología, llorando. Festejar los cumpleaños familiares, llorando. Atravesar el África, llorando.
Llorar como un cacuy, como un cocodrilo... si es verdad que los cacuies y los cocodrilos no dejan nunca de llorar.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien. Llorarlo con la nariz, con las rodillas. Llorarlo por el ombligo, por la boca.
Llorar de amor, de hastío, de alegría. Llorar de frac, de flato, de flacura. Llorar improvisando, de memoria. ¡Llorar todo el insomnio y todo el día!


Oliverio Girondo

3 días:

Maca dijo...

A veces es lo único que queda. Con tal de que las lágrimas no te lleven en su río de manera irrecuperable, está bien. Doy fe que estaré al menos ciberneticamente para intentar des-ofeliarte en ese caso :)

Te amiwi :)

Lau dijo...

Llórale todo un río (a ver si se ahoga de una vez por todas).
Yo te paso los pañuelitos.

Te amo amiga! <3

Anónimo dijo...

Hace poco unas amigas lanzaron una obra inspirada, de hecho se llama de esa forma... llorar a lágrima vida... su interpretación me quedó en la retina después de una sesión fotográfica, y aquellas palabras de Girondo no han parado de girar entre la vorágine del día.