jueves, 3 de junio de 2010

Mi Rosario

Rosario sabía que estar con ella no era cosa fácil. Vivió siempre rodeada de muertos, a raíz de lo cual no podía confiar en nadie. - Tras la mirada de amor de un comienzo, siempre se esconde la bala para darte donde más te duele- le oí decir un día. Y es que ella no era como las demás. Impulsiva, caprichosa y hasta un poco loca, eran los rasgos que la definían. Estar con ella implicaba un riesgo y había que tener las suficientes bolas para querer tomarlo.

Un día le pregunté porqué siempre quería safarse de compromisos que iban más allá de lo amistoso, porqué si a veces parecía que anhelaba tanto tener amor en su vida, lo rehuía como a la peste.
- De mí no se ríe ningún hijueputa - contestó.
- Es que entonces no te has enamorado Rosario - fue lo último que me oyó decir antes de levantarse de la mesa.